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Asamblea Izquierda Unida de Candelario

Rebuzna, que no es poco

Rebuzna, que no es poco

Ya dijo Einstein que sólo dos cosas son infinitas: el universo y la estupidez humana… y no estoy seguro de lo primero. La infinitud de la estupidez humana es un hallazgo que a menudo nos recuerdan: la retórica de Aznar ya nos persigue hasta en vísperas del Día Mundial de la Poesía. Esta vez tuvimos que escuchar, en el peculiar inglés del ex presidente, que “La situación de Irak es muy buena”.

Y sí, Aznar puede felicitarse por haber entregado Irak al terrorismo del integrismo más radical, y de haber conseguido que toda tribu o minoría étnica disponga, a lo largo y ancho del país, de grupos terroristas dispuestos a todo para fomentar la locura de la guerra.

Resulta bastante obvio que, a mayor número de agresiones bélicas contra los países musulmanes, y en la misma medida en que ha crecido el nivel de absurdo de las justificaciones de tales agresiones, los terroristas islámicos han incrementado notablemente sus apoyos y han encontrado su fuente de alimentación en los conflictos para reclutar miembros. Ciertamente, parece que el dolor, la guerra, el miedo, la injusticia, la incertidumbre, el hambre, la desolación, el permanente pánico y el completo absurdo que engloba una Guerra como la de Irak son el mejor caldo de cultivo del integrismo. Un mundo sin talibanes sería mejor, pero para ello hubiera sido preferible que el “eje del bien” no se encargase de producirlos a cascaporro.

La historia pone de manifiesto que nunca hubo una doctrina integrista tan productiva como la que nació en las Azores, ni mejores campos de reclutamiento que las armas de manipulación masiva.

Ahora bien, Irak, después de estos eternos cinco años de guerra, ha dejado de ser una dictadura abominable para convertirse en decenas de ellas enfrentadas y distribuidas por toda su geografía; ha dejado de ser un régimen opresor para tornarse en varios regímenes opresores, a los que habría que añadir unas tropas invasoras que también oprimen. En Irak, hace cinco años, se violaban los derechos humanos en nombre de Sadam: ahora se violan en nombre de Sadam, de Alá, de América, de Turquía, de las armas químicas que cabían en furgonetas…

Ante la escalofriante realidad que abren diariamente los noticiarios, nos encontramos con que un cabecilla de la invasión nos viene, a estas alturas, con que él “lo volvería a hacer”. Es decir, que no le importaría repetir la devastadora decisión política que, en la ilegalidad, ha traído como consecuencia el peor drama humano del presente siglo. Esto sí es agredir a las víctimas. ¿Cuántos rábanos le importan a Aznar estos cinco años de Guerra en Irak? ¿Qué interpretación de la vida y del mundo es necesaria tener para concebir un “mundo mejor” cuando nos encontramos ante la friolera de más de 150.000 civiles asesinados, cifra que vemos aumentar en el trágico día a día de la guerra civil larvada que asola Irak? ¿Qué tipo de horchata hay que tener en las venas para querer repetir la guerra más sanguinaria del Siglo XXI? ¿Cuántos muertos son necesarios para que Aznar sienta vergüenza por las fatídicas consecuencias humanas de sus decisiones políticas?

Bien pensado, de las declaraciones de Aznar se desprende un regocijo que asusta. Eso sí, la aventura de Irak le garantizó un sillón para rebuznar, una interesante cuenta corriente y la famosa medallita de oro que pagamos entre todos. Así que, mientras el resto nos lamentamos por el Irak de hoy, a él que le quiten lo bailao.

Cuando visité el Monumento a las víctimas de Atocha, me sobrecogió el mensaje de un ciudadano anónimo que rezaba “Hace falta mucha fantasía para comprender la realidad”. Y lo peor es recordar cuánta razón tenía al escuchar declaraciones inhumanas de esta estirpe.

Hay que joderse.

Javier García Pedraz: Extraído de la Voz de Salamanca.

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